Miriam Díaz
Centro de Estudios Schafik Hándal (CESH)
El Salvador, Centro América
Ciudad de México, del 26 al 28 de septiembre de 2024
XXVIII Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad” El Salvador: una nueva democracia, tarea pendiente desde la izquierda.
Un saludo fraterno y revolucionario al Partido del Trabajo, en espacial al profesor Alberto Anaya, Dirigente Nacional del PT, por la realización de tan importante evento que reúne a la izquierda latinoamericana y mundial para reflexionar sobre los desafíos de la humanidad y las tareas presentes que debemos emprender.
El mundo vive un momento convulso, la contraposición de dos visiones o modelos marcan la agenda política, económica, mediática, militar y cultural. Por una parte, está el modelo que prioriza la maximización del capital, el mercado, que naturaliza la explotación y legaliza sus mecanismos de apropiación del trabajo de los demás, cuya naturaleza es la destrucción de toda forma de vida en el planeta. Y por la otra, el modelo en el que confluimos las fuerzas revolucionarias de defensa de nuestros territorios, recursos naturales, de los derechos básicos para vivir, de la soberanía y, en general, de la defensa de la vida. El modelo que está en crisis es el primero, el capitalismo neoliberal, el de la industria armamentista y del injerencismo en cualquier parte del mundo al cual solo le queda el fascismo como último recurso.
En el continente atravesamos diferentes realidades después del ciclo progresista, en el que varios gobiernos de izquierda y progresistas asumieron el gobierno y después perdieron el acumulado social. Un momento muy difícil, debido no solamente a los intentos de golpes de Estado y el intervencionismo del gobierno de los EEUU, sino también a errores propios en el desempeño de las izquierdas en el gobierno.
En El Salvador, el triunfo del gobierno de Nayib Bukele se da en un contexto de reflujo de la izquierda en el continente, por la pérdida del acumulado social y político del FMLN en particular, único partido de izquierda, logrado como fuerza guerrillera y después de la firma de los Acuerdos de Paz, y perdido en el ejercicio del gobierno. Mientras tanto, el entonces candidato con un discurso de izquierda avanzaba ganando voluntades, sobre todo en el campo de la izquierda y el progresismo, por su crítica al sistema de partidos políticos ya muy desgastado ante la población porque ese sistema y esa “democracia” no resuelven sus problemas. La crítica a temas muy concretos y de interés popular como la corrupción fueron claves para ganar simpatías. Ese mismo sistema democrático, recién nacido desde los Acuerdos de Paz, fue el que le permitió llegar al Ejecutivo y copar toda la institucionalidad posteriormente, pero ya había sido desacreditado por la derecha oligárquica abusando de sus recursos a través de la Sala de lo Constitucional y otras instancias, tanto que esa parte de la derecha también fue expulsada de las reglas del juego. Es decir, no solo la izquierda perdió su acumulado.
Teniendo toda la institucionalidad, el nuevo grupo de poder económico emergió para cambiar las reglas del juego que lo vieron nacer a través de una profunda reforma al Estado salvadoreño, que se ha expresado en una nueva distribución territorial al reducir la cantidad de municipios, en la centralización de recursos y decisiones, reducción de diputados y diputadas ante la Asamblea Legislativa con el fin de tener el control total y en un permanente Régimen de Excepción que ya lleva dos años y medio. En resumen, está haciendo uso de toda la institucionalidad para amoldarla a la medida de las necesidades de su grupo de poder económico como es lo lógico cuando la derecha asume el gobierno.
Ahora existe en El Salvador un gobierno que ha dejado claro perpetuarse en el poder, muestra de ello es su segundo mandato inconstitucional, (pese a que en El Salvador la reelección continua está prohibida), el endeudamiento desmedido al que nos han sometido con dispensa de trámite en la Asamblea Legislativa, la corrupción sin límites, la reserva de información pública hasta por siete años, el régimen de excepción que es utilizado para criminalizar la organización social y popular, violación de Derechos Humanos, el evidente pacto con pandillas, destrucción del patrimonio cultural e histórico, y otros que disfrazados de una administración modernizante acompañada de una campaña millonaria de publicidad, no es más que ultra neoliberalismo como lo hizo la vieja oligarquía en su momento, más empobrecimiento, alto costo de la vida, aumento de la migración y ensanchamiento de la brecha de desigualdad por la eliminación de presupuestos sociales o la drástica reducción en presupuestos de salud y educación.
Una democracia burguesa que incumple sus mismas reglas para perfeccionar sus mecanismos de dominación y restricción a la participación de la gente, misma que desde la izquierda se ha contribuido a alimentar dejando a un lado la construcción de una real democracia, popular, creativa y participativa de la gente. Frente a ello, sigue siendo una tarea pendiente desde nuestros espacios de lucha debatir y construir junto a la gente una nueva visión que la supere, que sea integral y proponga nuevos paradigmas de emancipación desde lo cultural y alternativas de producción material de la vida. En ese sentido, la definición de Schafik, en la entrevista realizada por Marta Harnecker en 1991, sobre la democracia que hay que construir sigue teniendo vigencia:
“(…) su naturaleza popular, consiste en que será participativa y no sólo representativa. Es decir, no será una democracia puramente electoral y de libertad de prensa. Lo electoral, lo representativo, se mantendrá e incluso se extenderá a instancias que ahora no abarca. La libertad de prensa se hará más completa con el acceso a la posibilidad de disponer de medios de comunicación propios para la vanguardia y las organizaciones populares; pero lo fundamental de esta democracia nueva será su carácter participativo consecuente, que abrirá al pueblo trabajador el acceso a la toma de decisiones sobre las líneas estratégicas, y sobre la solución de los problemas cotidianos de la gente, asegurará su participación en la ejecución y control de estas decisiones, en el diseño y la puesta en práctica del proyecto y en el trabajo menudo y grande para alcanzarlo”.
Hoy, desde la izquierda tenemos una enorme oportunidad frente a las ilusiones de la gente que nuevamente se ven frustradas, de ir al encuentro y construir junto a ella una propuesta real de democracia. Sin la participación de la gente ningún proceso de transformación es posible. No debemos pretender sustituir su papel protagónico bajo el mensaje de “no hagas nada más que ir a votar” “yo te voy a representar”.
Nada de eso podrá ser posible sin la claridad de la necesidad de una fuerte y sincera unidad política e ideológica, dispuesta a superar las profundas divisiones que existen en la izquierda y que ponen en peligro el avance de nuestros proyectos que ya han costado mucha sangre. No le heredemos a las generaciones que se incorporan el duro trabajo de volver a comenzar nuevamente.
Cierro mi participación recordando unas palabras contundentes de Schafik:
“Para los revolucionarios el realismo responde a otro concepto: conocer y estudiar la realidad para cambiarla, no para someterse a ella”.
Muchas gracias…